La disciplina de la economía feminista se define como el estudio crítico de las economías, incluida la metodología relevante, la epistemología, la historia y la investigación empírica, cuando se considera a la luz de las luchas socioeconómicas de las mujeres que intentan superar los prejuicios masculinos y patriarcales. El campo se centra en áreas que son particularmente relevantes para las mujeres, como la segregación ocupacional y las nuevas formas de recopilación de datos, como la medición del empoderamiento de género.
Historia del campo
La historia de este campo tal como la conocemos hoy en día se remonta a 1969 cuando numerosas feministas, economistas y científicos presentaron un fuerte argumento afirmando que el trabajo que tradicionalmente se destina a una mujer estaba infravalorado. Por ejemplo, la crianza de los hijos, el cuidado de los miembros mayores de la familia y la limpieza general no se incluyeron en el Producto Interno Bruto (PIB), sin embargo, este fue el punto de partida de cualquier producción. Las mujeres cocinadas para sus maridos e hijos y, por lo tanto, su aporte deben considerarse al calcular el trabajo. Betsy Warrior argumenta que el primer producto que cualquier ser humano usa primero es la leche materna, que no se paga ni se calcula como un producto en el PIB. La mayoría de las feministas consideraron que esto no era justo y comenzaron a abogar por un modelo económico más inclusivo.
Aplicaciones relevantes
El campo de la economía feminista es ampliamente utilizado por organizaciones no gubernamentales (ONG) para enfatizar la necesidad del bienestar de las mujeres, las madres y los niños pequeños. También se ha utilizado para abogar por una mayor igualdad de género en todos los sectores de la economía, centrándose en el esfuerzo puesto en lugar del producto total en el mercado. También se está convirtiendo en un curso de carrera popular, y algunas universidades y universidades lo están ofreciendo como un campo de estudio
Evolución en el tiempo
Los economistas han desarrollado áreas de investigación en el sector económico para producir modelos más equilibrados y menos sesgados en función del género. Algunas de las áreas han incluido el uso de estándares de vida y bienestar como una medida de éxito más que el uso de mecanismos como el ingreso. Otras áreas de preocupación incluyen la precisión en la medición del trabajo no remunerado y también prestar la atención necesaria al sector de atención que está dominado por las mujeres. A las feministas también se les ocurrió la idea de utilizar las capacidades humanas como una forma de medir el éxito en oposición a las medidas tradicionales, como el PIB y los ingresos per cápita.
Alabanzas y Críticas
Los defensores de la economía feminista han argumentado que la economía tradicional marginó a las mujeres e ignoró sus aportaciones a las economías. El trabajo de una mujer en un hogar es tan importante como lo que sus homólogos masculinos hacen en las industrias. Afirman que los economistas tradicionales hicieron suposiciones poco realistas. como que todas las mujeres están casadas y tienen hijos, que dependen económicamente de un pariente varón, y que son irracionales y no se les puede confiar la toma de decisiones económicas. Sin embargo, los críticos de este modelo de economía argumentan que el modelo feminista de economía no es realista y requerirá suposiciones masivas. Por ejemplo, uno tendrá que equiparar los servicios de cuidado infantil con el de una guardería o un psicólogo infantil para valorar el trabajo. Tampoco está claro cómo se puede valorar el amor maternal o la leche materna que la madre alimenta a su hijo.